Luis González Palma:
Una isla hecha de agua
"Las fotografías que presento fueron realizadas a partir de cientos de fotografías tomadas con el microscopio electrónico de la facultad de física y matemáticas de la Universidad Nacional de Córdoba en Argentina. Imágenes tomadas individualmente para luego re-armar las fotos originales desde una perspectiva radicalmente distinta.
Las impresiones están realizadas sobre un papel cebolla, material de enorme fragilidad, simbólicamente cercano a nuestra memoria siempre incierta, inconsciente, esa que nos habita o que la habitamos sigilosamente y en silencio."
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El olor a pino es lo que escuchas
Creo que en nuestra memoria todo olor tiene un sonido que lo acompaña. En la mía el olor a pino que inundaba el jardín de la casa de mi tía mientras jugaba me recuerda la voz de mi abuela materna a quien siempre visitaba en la azotea: el olor a pino y su voz eran lo mismo para mi, una emoción que ahora entiendo como sutiles caricias en una infancia desesperada.
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Este proyecto nace por el deseo de aventurarme en el mundo microscópico de las dedicatorias o anotaciones que generalmente hay en el reverso de las fotos familiares. Huellas que viven en un espacio que palpita oculto y silencioso. Al am- pliar esos mínimos trazos cien veces a través de un microscopio electrónico po- demos encontrar formas inesperadas, solo necesitamos verlas desde perspectivas inéditas. Vivimos en un mundo en el que habitan otros mundos. Solo hace falta imaginación para saber que el universo infinito tiene su espejo en lo microscópico, algo evidente para seres privilegiados que lo han dicho a lo largo de la historia en diferentes culturas.
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“El olor a pino es lo que escuchas” es la extensión de otro proyecto- (una isla hecha de agua). Ambos persiguen lo mismo, se afanan en mostrar los aspectos visuales de un mundo que nos está vedado sin el aporte de la tecnología.
También tiene que ver con algo que me conmueve; el tomar consciencia de que en mis fotos familiares llevo el olor de mi pasado, un olor que evoca murmullos y sonidos de un tiempo ya distante pero que sigue siendo un eco en mi memoria, en mi cuerpo.
Mucho de lo que me conmueve y emociona está en pocos gramos de materia. Uni- versos enteros. Al final, al parecer, llevo las estrellas no solamente en mi conciencia, también habitan en lo que tomo y acaricio en la palma de mi mano, con el roce de mis dedos y con el silencio de mi mirada.
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Un pájaro de piedra
El pájaro imagina que sus alas vuelan libremente, y aunque sus garras se aferran fuertemente a un tronco ya seco, su libertad no tiene límites. Para lograr esto él sabe qué hace falta cierta calma interna y la serenidad del viento; un acuerdo con las nubes y practicar la paciencia.
Hace falta un espacio meditativo, la confianza en que hay paraísos que no se han perdido, que están ahí, dispuestos a brindar un instante de gozo. El pájaro respira y luego cierra sus ojos.
Mi búsqueda no es solo la del encuentro entre dos ramas distantes entre sí. Mi verdadera búsqueda es la del encuentro entre mi mirada y el milagro de la vida, entre mi obra y la mirada del espectador; dos naturalezas que se unen a partir de una experiencia visual y emocional cargada de sensibilidad. Cómo la de un ciego que descifra un texto a partir del roce de sus dedos. Mi deseo es el de establecer un diálogo poético a partir de lo inesperado, el de generar una imagen que estimule nuestra imaginación.
Al final, este proyecto es la metáfora del encuentro con uno mismo y con el otro, con lo otro, con lo distinto, con lo ajeno y con lo propio
Por cierto, ¿en que sueña un pájaro de piedra?
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Una Luz que tiembla
La Luna, este cuerpo celeste, no solamente ha iluminado la mente de científicos y astrónomos a lo largo de la historia, también ha sido la fuente de la que ha brotado gran parte de la poesía y forma parte del imaginario simbólico desde el inicio de la humanidad.
Pero la Luna no es solamente nuestra compañera celeste, es, podríamos decir, un cuerpo vivo, en constante cambio, interactuando con la Tierra de forma recíproca.
Un ejemplo de ello es su actividad sísmica. Desde que el programa espacial de EEUU toco suelo lunar, se colocaron diversos sismógrafos que han ido registrando movimientos sísmicos lunares denominados “lunamotos”. Estos movimientos pueden ser superficiales, de profundidad media o de gran profundidad. Esto significa que nuestro satélite de 4,510 millones de años sigue transformándose.
Es geológicamente activo, es decir, un cuerpo celeste en constante evolución y cambio.
La idea de este proyecto es sustituir el lugar de los epicentros de los lunamotos registrados, por una oculta sonoridad; transformando un acto de liberación de energía en uno de carácter simbólico y poético. Para ello se han trasladado las referencias geográficas de los epicentros a una tarjeta que al perforarse activa el dispositivo de una caja de música.
Luis González Palma