Monterrico siempre esa isla, esa constante, ese universo, ese instante.
Los manglares, los cursos de agua y sus reflejos tantas veces recorridos, los artesanos del agua en su diaria faena, los volcanes ahora recortados por el leve resplandor del día por llegar, son ahora la preocupación y la constante casi obsesiva del artista. Es en este reino de penumbra, en esa hora mágica en que la luz aún no ha ganado terreno a las sombras pero que uno ya la intuye imperceptible que Guillermo Gutiérrez ha establecido su reino de la ausencia, de la fragilidad y sutilidad de ese instante que todo lo transfigura, pincelando el espacio con trazos inusitados, esbozando formas y colores inimaginables. En esa penumbra percibimos el espíritu cambiante y eterno de ese mágico instante en el que el recuerdo de lo amado y ahora ausente queda grabado en nuestra retina, ese instante efímero que perseguimos y que tratamos de atrapar ilusoriamente como el agua que se nos escapa de entre los dedos y que ahora Guillermo ha logrado retratar para siempre en cada imagen de esta serie.
La tenue luz, es el hilo de Ariadna que nos guía por ese laberinto en el cual acudimos absortos al encuentro de sus habitantes fantasmales, incorpóreos, luminosos, transmutados, abstractos.
En este constante capturar de instantes nada es azar, Guillermo se traslada pacientemente por las venas del manglar persiguiendo esas imágenes que ya tiene elaboradas en su mente y que ahora quiere capturar con una precisión y con una técnica impecable, esto es el resultado de horas y horas de estudiar el sujeto y a su cámara para poder aprovechar al máximo sus cualidades; de decidir cuántos segundos de exposición aquí, cuántos allá, que sensibilidad, qué velocidad, que abertura, de anticiparse al hecho para hacer el disparo en el instante preciso, para capturar está danza de la luz cada vez cambiante y compartirnos el sentimiento que lo embarga. En cada imagen podemos intuir su sentido de la estética, del ritmo, del tempo, es como materializar la música y en esta sinfonía de colores y texturas reconocemos el espíritu de Guillermo Gutiérrez, sus cualidades y pasiones, su preocupación y su amor por este pedacito de paraíso al que años atrás llegó, se integró compartiendo con su gente y su entorno en su constante búsqueda de la belleza y del porqué de las cosas. Cada una de estas obras es un lienzo en el que el alquimista y la luz han obrado su magia.
Delia Vigil Mattos
Guatemala, Enero 2017.